sábado, 30 de agosto de 2014

Dinero sin inflación ni tasas de interés

1. Cuatro conceptos erróneos muy extendidos acerca del dinero
El dinero comporta un aspecto positivo como facilitador del intercambio de bienes y servicios superando las limitaciones que impone el trueque. Ahora bien, este lado positivo del dinero puede ser anulado si las personas que poseen más de lo que necesitan lo retienen, cediéndolo solamente por interés, es decir “vendiéndolo” por un precio superior al que tiene en sí mismo. El resultado es que los que poseen menos del necesario deben pagar tributo a los que poseen más, en un trato a todas luces injusto. Las consecuencias de este relación asimétrica con el dinero son sin duda catastróficas para la sociedad en su conjunto, pero la aceptación incuestionada de los fundamentos de esta relación nos impiden apreciarlas claramente. A continuación se señalan cuatro de estos conceptos erróneos aunque arraigados:

1a) Existe un único tipo de crecimiento. En economía se habla de crecimiento de manera unívoca como si sólo fuera posible una forma de crecimiento. Lo cierto es que existen formas de crecimiento lentas, bien adaptadas a las posibilidades del entorno, y otras muy rápidas (crecimiento exponencial) que terminan colapsando una vez agotado el substrato que mantiene dicho crecimiento. Precisamente el dinero basado en el interés (interés compuesto) sigue una pauta de crecimiento exponencial, duplicándose en tiempos cada vez menores. Como ejemplo curioso decir que un centavo invertido en el momento del nacimiento de Cristo, colocado a un 4% de interés, equivaldría en 1750 a una esfera de oro con un peso equivalente al de toda la Tierra. En 1990 serían 8.190 esferas. El resultado es evidente: el pago continuado de intereses es imposible. Es necesario crear un sistema monetario con un crecimiento natural y no exponencial.

1b) Sólo se pagan intereses en caso de solicitar un préstamo en dinero. Este es, sin duda, uno de los conceptos erróneos más importantes y más desconocidos. Los intereses están incluidos en el precio de todo lo que pagamos. La cantidad depende de la proporción de capital y trabajo invertidos en bienes y servicios. Cuanto mayor sea el capital invertido, mayor es el porcentaje del precio final del producto o servicio ofrecido que corresponde al costo del interés sobre dicho capital. Como ejemplo, en el pago municipal del agua potable, que en las ciudades requiere la instalación de costosas depuradoras, el coste de los intereses del capital invertido en la depuradora puede suponer hasta un 40% del precio del servicio.
Y lo mismo cabe decir para cualquier cosa que compremos, desde una golosina hasta un vehículo. En promedio pagamos alrededor de un 50% por costes de capital sobre todos los precios de nuestros bienes y servicios. La conclusión es igualmente obvia: si no hubiera intereses, con el mismo trabajo tendríamos acceso al doble de productos y servicios, o dicho de otra manera, podríamos trabajar la mitad para tener lo mismo.

1c) Bajo el sistema monetario actual todos son afectados en igual medida por las tasas de interés. El sistema actual tiene una apariencia ciertamente democrática: todos pagamos intereses al solicitar préstamos, o adquirir bienes y servicios y todos obtenemos intereses al ahorrar dinero. En realidad, existe una gran diferencia entre aquéllos que se benefician con el sistema y los que salen perjudicados. Si dividimos la población en 10 grupos (Estudio realizado en Alemania. Cada grupo contiene 2.5 millones de hogares) según sus ingresos, 8 de estos grupos tienen un balance negativo, es decir pagan más intereses de los que reciben, el noveno obtiene un poco más de lo que paga y el décimo obtiene el doble de lo que paga, es decir se lleva los dineros que pierden los otros 8 grupos. Para ser más exactos, el 1% de la población recibe 15 veces más de lo que paga y el 0.01% dos mil veces más. En otras palabras, con el actual sistema de intereses opera un mecanismo de redistribución oculta que constantemente transfiere dinero de los que tienen menos a los que tienen más.
El sistema de intereses distorsiona preceptos constitucionales como el de la igualdad de acceso a los servicios públicos, ya que el 80% de la población paga un sobreprecio por estos servicios que sólo beneficia al 20% restante.

1d) La inflación es parte integral de la economía de libre mercado. Aunque es cierto que en el aumento de precios intervienen muchos factores, no lo es menos que uno de los más importantes es la emisión de dinero por parte de los bancos centrales a instancias de los gobiernos. Esta inflación es una forma de tributación que posibilita a los gobiernos paliar los graves problemas provocados por el incremento de sus
deudas.

2. Crear una moneda libre de inflación e intereses
A diferencia de otros bienes, el dinero apenas presenta gastos de “mantenimiento”. Así como el que tiene manzanas debe sacarlas al mercado antes de que se echen a perder, si no quiere pagar por su conservación, el que tiene dinero lo puede guardar casi sin gasto alguno, a la espera de mejores condiciones en el mercado. Esta particularidad del dinero hace que su circulación dependa exclusivamente de los beneficios (en forma de intereses) que puede conseguir el propietario del dinero.
En 1890 Silvio Gesell, un comerciante exitoso en Alemania, percatándose de esta característica del dinero, propuso un nuevo sistema económico en el que para asegurar la circulación del dinero no se pagaban altos intereses, sino que, al contrario, se obligaba al propietario a pagar una tasa de tenencia. De esta manera, el beneficio privado del interés se transformaba en un beneficio público, destinando dicha tasa a gastos sociales.
En los años 30 varios países intentaron introducir este modelo a nivel local o regional. El experimento más exitoso tuvo lugar en una pequeña ciudad austriaca, Wörgl. Con el consentimiento de los ciudadanos, el ayuntamiento de la ciudad emitió 32.000 “chelines libres” (de interés), respaldados por una cantidad similar de chelines ordinarios en el banco. La tasa de tenencia de dicha moneda era de un 1% mensual (12% anual). Debía pagarla el que poseyera el billete a fin de mes, en forma de sello fiscal por valor del 1% del billete, que se adhería al dorso del mismo. Sin este sello, el billete no tenía validez. Este hecho incitaba a toda persona que poseía algún chelín libre a gastarlo lo más rapidamente posible, antes de usar chelines ordinarios. En el plazo de un año, los 32.000 chelines libres circularon una media de 463 veces cada uno, creando bienes y servicios por valor de 14,8 millones de chelines ordinarios. En el mismo plazo de tiempo, el desempleo se redujo en un 25%, se hicieron importantes obras en la ciudad y se mejoraron los servicios públicos. El éxito fue tan grande que más de 300 municipios de Austria comenzaron a interesarse por este modelo, hasta que el Banco Nacional de Austria sintió su monopolio amenazado, denunció al ayuntamiento de Wörgl y consiguió prohibir la moneda local.
La implantación de un sistema monetario como el descrito sería técnicamente más fácil en la actualidad, habida cuenta de las vigentes modalidades de pago que no usan el dinero en “metálico”. Bastaría disponer de dos cuentas bancarias, una corriente y otra de ahorro. El dinero de la cuenta corriente sería considerado como efectivo y estaría sometido a la tasa de uso. El dinero de la cuenta de ahorro, por su parte, tampoco recibiría intereses, pero conservaría su valor. Para evitar la inflación, habría que ajustar con precisión el monto de dinero en circulación con la cantidad necesaria para llevar a cabo todas las transacciones económicas. Los bancos podrían prestar este dinero a terceros también sin intereses, aunque podrían cobrar las comisiones necesarias para hacer rentable su actividad.
Para evitar que el dinero excedente de un sistema monetario sin intereses no se invirtiera en especulación inmobiliaria sería necesaria una reforma sustancial de la propiedad de la tierra. La tierra, como el aire y el agua, debería pertenecer a todos, a la comunidad, quien la arrendaría a las personas que deseen trabajarla. La solución más conveniente para lograr justicia social y favorecer el desarrollo personal radica en combinar la explotación privada con la propiedad comunitaria. En lugar de “la tierra para el que la trabaja”, mejor “los beneficios de la tierra para los que la trabajan”. La propiedad de la tierra sería siempre de la comunidad y ningún especulador podría invertir su dinero en acaparar tierras.
Otra reforma necesaria para la introducción de una moneda libre de intereses es la del sistema fiscal. Es necesario reemplazar (o combinar) el impuesto sobre las ganancias por (con) un impuesto sobre los productos e integrar en dicho impuesto los costes ecológicos estimados. El impuesto sobre las ganancias encarece el trabajo humano haciendo necesaria una mayor mecanización. Tal sustitución del trabajador por la máquina no ocurre sin un elevado coste social. Además del drama individual del desempleo, al Estado le cuesta un gran esfuerzo mantener a los desempleados, aparte de la considerable cantidad de trabajo en negro que existe como consecuencia de cargar impositivamente los ingresos.

3. Ventajas del nuevo sistema monetario
La introducción, en una determinada región o país, de un sistema monetario sin intereses produciría las siguientes ventajas generales:

- eliminación de la inflación
- mayor equidad social
- desempleo en descenso
- rebaja de un 30-50% en los precios
- auge económico inicial
- economía estable después de dicho auge

Los que operan con el sistema monetario actual saben que no puede durar, pero ignoran la existencia de una alternativa posible o se resisten a ella. Los bancos no están interesados en debatir abiertamente cómo funciona el sistema de las tasas de interés, salvo en una perspectiva a largo plazo. El dinero, afirman los bancos, debe “crecer”, “multiplicarse”, debe “trabajar” para nosotros. Pero nadie jamás ha visto que el dinero trabaje. Siempre han sido las personas las que han trabajado ya fuese con o sin máquinas. Una propaganda de este tipo oculta el hecho de que cada peseta que va al inversor de dinero es producto de los esfuerzos realizados por otra persona que ha sido despojada de tal suma, cualquiera que sea la forma en que esto suceda. En otras palabras, el que trabaja por dinero se va empobreciendo en la medida en que se enriquece el que lo posee. Este es todo el misterio de cómo “trabaja” el dinero, un misterio que los bancos no desean que quede al descubierto.
El sistema monetario actual favorece a ese 10% de la población que recibe más intereses que los que paga, pero incluso dentro de este 10%, sólo unos pocos (magnates, multinacionales, grandes compañías de seguros, bancos, etc.) son los grandes beneficiados del sistema pues su poder depende de su existencia.
Si se quiere introducir una moneda sin intereses, ellos serían la principal fuerza contra la que habría que luchar. En el otro extremo se halla ese 80% de la población que sale perjudicada con el actual sistema pero que desconoce los mecanismos por los que su trabajo pierde valor. Y en cantidades inmensas: sólo en Alemania, el sistema actual de intereses transfiere a diario entre 500 y 600 millones de marcos (4.500 y 5.300 millones de pesetas) de los que trabajan a los que detentan el capital. Aunque la mayor parte de los Gobiernos trata de rectificar el desequilibrio resultante por medio de impuestos, el resultado es bastante deficiente. En primer lugar, porque el coste de la burocracia “social”, en constante aumento, afecta a todos, incluidos aquellos que deberían beneficiarse de ella. En segundo lugar, porque es absurdo despojar a las personas de la porción de riqueza que les corresponde y luego, mediante algunos de los procedimientos más ineficaces que se conocen, querer devolverles parte de este dinero en forma de aportes de bienestar social, con deuda moral incluida.
Lo mismo ocurre con los países del llamado Tercer Mundo. Ahora nosotros somos los beneficiados y ellos los que pagan. Todos los días estos países desembolsan 300 millones de dólares por intereses de la deuda, el doble de lo que les entregamos por “ayuda al desarrollo”. De la deuda total de un billón de dólares que tenían los países del Tercer Mundo en 1986, alrededor de un tercio fue prestado para pagar intereses de préstamos anteriores. No hay esperanzas de que estos países puedan salir alguna vez de este atolladero, si no es a través de una profunda crisis o un cambio fundamental en la política. Condonar la deuda y hacer préstamos sin intereses son medidas que se han de tomar inmediatamente si no queremos que aumente la fosa abierta entre los países ricos y los países pobres.
En una economía libre de intereses e inflación, los precios de bienes y servicios estarían regulados, como en las sociedades capitalistas actuales, por el mercado. Lo que desaparecería es la distorsión que el mecanismo de intereses introduce en el llamado mercado libre. La concentración de capital en unas pocas manos corre pareja de una gran concentración en el sector industrial. Las pequeñas empresas son absorbidas por otras más grandes y así sucesivamente hasta quedar bajo el poder de grandes corporaciones multinacionales. Este proceso viene en parte animado por el excedente que dichas empresas ganan en el mercado de dinero. Siemens, por ejemplo, gana más dinero en el mercado de capitales que en el sector de la producción. Esto le permite hacer grandes inversiones sin dejar de ser acreedora. A diferencia de ellas, las pequeñas empresas deben endeudarse para poder expandirse, quedando así atrapadas en el sistema de intereses. Es claro a quien beneficia el actual sistema y a quien beneficiaría un nuevo sistema monetario sin intereses.
Uno de los sectores más afectados por el actual sistema es, sin duda, el sector agrícola. La industrialización agrícola, provocada por una necesidad impuesta de mayor productividad, está creando problemas que suponen una amenaza para nuestra supervivencia: agotamiento y contaminación de las aguas, conversión de tierras fértiles en desiertos áridos, pérdida de biodiversidad, productos híbridos venenosos y carentes de sabor, etc. La introducción de préstamos libres de intereses, junto con una reforma agraria e impositiva como las descritas antes, daría posibilidad a muchas personas de retornar al campo, favoreciendo un nuevo estilo de vida rural, más autosuficiente, más centrado en lo local y menos dependiente de exigencias externas.

Extracto-Resumen del libro Dinero sin inflación ni tasas de interés, 
de Margrit Kennedy

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