martes, 2 de febrero de 2016

¿Sueles hacer caso a tu intuición?


:: Silvia Malamud ::
 



Para que todo salga bien en nuestras vidas, hay una fórmula, aparentemente mágica, que tenemos permanentemente a nuestra disposición y que nunca falla: nuestra intuición.
En este momento quizá te estés preguntando si existe de veras y, en ese caso, cómo podría accederse a ella con un cien por cien de acierto. Suelo decir que nuestra intuición es nuestro ángel de la guarda, pero lo más difícil de todo es percibirla, y como tal, tomarla en serio.
La intuición siempre aparece, sea por la manifestación de imágenes, que pasan rápidamente por nuestras mentes en determinadas situaciones, o incluso por medio de la sensaciones buenas o malas que siempre tenemos de inmediato en relación a todo lo que estamos pensando, sintiendo, haciendo o en vías de hacer.
A pesar de todas esas evidencias de que nuestra intuición está activamente hablando con nosotros, poquísimas veces le hacemos caso.

Si pensamos en términos científicos, podemos observar en qué medida nuestra máquina biológica está entrenada para hacer de todo a fin de que nos sea posible sobrevivir; y en tal sentido, puede incluso que la intuición sea un mecanismo más de aviso, cuyo objetivo es proteger nuestro sistema.
No pocas veces nuestras mentes acaban por elegir imágenes simbólicas inteligentes para ayudarnos a resolver nuestros temas; por ejemplo, estando de conversación con alguien, de pronto, aparentemente de la nada, te viene un mal recuerdo, o pasa por tu cabeza alguna imagen fea. En esas ocasiones deberías preguntarte qué tipo de información esas imágenes están tratando de ofrecerte respecto de la situación en que te encuentras. ¿Cuál sería el aviso? En situaciones buenas puede pasar lo mismo y en la misma medida, y suele ocurrir avisándote: permanece ahí mismo, desarrolla, ahí es donde debes estar, disfruta, sé feliz.

Aun de modo inconsciente, nuestro cerebro es increíblemente sabio y puede estar funcionando como una especie de ángel de la guarda. Al igual que en los sueños, esa clase de “para-visiones simbólicas” pueden ayudarnos de manera asombrosa a resolver nuestros problemas. En la vida real, incontables veces también nos vemos acometidos por imágenes que nos ofrecen importantes avisos para nuestra supervivencia. La gran cuestión es qué atención daremos a tales informaciones.
El mal existe... y se revela con muchas facetas y expresiones. Las sensaciones que tenemos en relación a todo lo que estamos experimentando también suelen ser siempre un toque de alerta certero. Así de sencillo: Si sientes que es bueno, ve, fluye. Si sientes que no es bueno, detente, retrocede. Cambia de camino.
A decir verdad, el problema que causa la dificultad en saber si esas informaciones de sobrevivencia que vienen por nuestra intuición son verdaderas o falsas es muy fácil de resolver. Dentro de nosotros hay tres enemigos mortales, los cuales son la puerta de entrada para todo mal presagio en nuestras vidas. Ellos suelen andar de la mano y son nuestros grandes villanos:

- El primero es el pensamiento excesivo y la ponderación exagerada, y en esto englobo todo tipo de perfeccionismo; aquí va incluido un inmenso orgullo, sumado al miedo a fracasar. ¡Mirad qué paradoja, porque movimientos como ese son los que nos ciegan al aviso de la intuición, que jamás se equivoca!

- El segundo es nuestro impulso a satisfacer nuestros deseos a toda costa, como si fuésemos chiquillos mimados que no soportarían frustración alguna. Por ejemplo, si yo necesito sexo, atravesaré todo lo viable y aunque la intuición me esté avisando de que puedo hacerme daño, voy adelante, a fin de cuentas ¡YO quiero! ¡YO lo necesito!... ¿Será cierto? Y ¿a qué precio? Esto vale asimismo para gula, vicios, etc.

- El tercero es la parte emocional exacerbada que también nos bloquea el acceso a la intuición. Me ciego de odio, chillo, apaleo, golpeo todo y sólo voy a mirar el estrago que hice cuando me calmo... Parece incluso que mi intuición también me ha tenido miedo, porque en tales momentos ella se esfuma por completo y no recibo ningún aviso sobre lo negativo que estoy haciendo. Lo que ocurre es que la intuición siempre aparece, y, en este caso, empieza a dar señales cuando “la sangre está llegando al río”; ella avisa por la mente, por la sensación no buena que es el disparador de todo este tinglado, pero el protagonista está demasiado centrado en sí mismo para percibir esas señales. Y, por lo regular, todo queda en añicos, como casi siempre que no nos escuchamos a nosotros mismos.

Nuestra máquina siempre nos está avisando. Siempre. Y puede incluso que nuestra intuición venga por medio de alguna octava superior, por nuestros protectores espirituales. Podrá ser lo que fuere, pero mientras tú no lo tomes en serio, o incluso dudes de ello cuestionando las informaciones que recibes, lo cierto es que tu vida se parará muy lejos de donde podría llegar.
Si para ti esto forma algún sentido, esfuérzate por modificar la forma viciada y ciega en que te has conducido hasta hoy, y definitivamente vive a tu favor, de modo diferente de lo que has venido haciendo hasta el momento, y sé feliz. Te lo mereces.
Aunque no es fácil salir de un programa viciado que nos domina, y pasar a dominar nosotros nuestro propio sistema hasta el punto de lograr remodelarlo, hay opciones para elegir. Pero recuerda, será como cuando aprendes a andar en bicicleta, al comienzo te caes alguna que otra vez, pero después le encuentras el tranquillo ¡y entonces todo es placer y aventura!

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