Desde hace tiempo que vengo pensando en este tema, y el
tiempo en si no es un problema, tal como muchos lo manifiesta, aunque a rigor
de verdad si era para mí un real problema.
Cada cual con su historia dará un matiz diferente, pero
¿cuál es el real motivo de tenerlo tan presente?. Mucha gente disfruta de sus
cosas y no tiene presente el tema del tiempo. Esa gente disfruta al máximo, y
de hecho se los ve felices y armoniosos.
Los que si tienen presente el tiempo normalmente el mal
humor lo llevan a flor de piel. Sus mentes los torturan al punto de no poder
disfrutar las pequeñas cosas de la vida. Recuerdo una charla con Juaco un
hombre mayor que recomendaba madrugar para disfrutar más el día, quienes tenían
dos tercios menos de edad no comprendieron nada, y solo se mofaron de él. Sin
embargo el todas las mañanas atendía su florido jardín, leía el diario, y sin
ser un experto en muchos temas, el podía tratarlos con altura. Juaco murió de
una enfermedad terminal, pero no dejo temas pendientes que tratar.
Karina mi bella tripulante de trillizos es otro ejemplo,
muchos le pregunta como hizo para conocer en profundidad tantos temas, tantas
disciplinas, como hace para tener tanta pasión por las cosas. Ella solo
disfruta lo que hace.
Mucha gente enmascara el problema al trabajo, al dinero, al
ritmo de la sociedad de hoy, y que siempre habrá tiempo para realizar las
cosas, pero el tiempo se acaba y nada de eso tiene que ver con el tiempo. Todo es como hacer germinar una semilla, las
cosas hay que hacerlas independientemente de las escusas o justificaciones que
demos. Aquí pongo un ejemplo, hace poco tiempo decidí practicar windsurf, tan
solo por disfrutar el día y practicar algo que nunca había hecho, sin embargo
no faltaron quienes hayan dicho que caer al agua mil veces no valía la pena, y
que a mis cuarenta años era un esfuerzo que no lo valía. Yo disfrute esa tarde
a pesar de caer mil veces al agua. Ya sé que es agradable la práctica, pero
prefiero navegar en velero, así que esa tarde me marco una diferencia que antes
no tenía.
Desde que decidí vender el auto, pude ganar placeres, ya no
reniego por el tráfico, puedo leer en el trayecto al trabajo, y por sobre todas
las cosas me ahorro dinero (si es que la escusa o justificación vale).
Lo central del tiempo es que es una ilusión, que cada cual
debe resolver a su particular modo. Nadie puede prejuzgar sin haberlo hecho ya
que seguro algún beneficio obtendrá.
Cada cual tendrá su historia, y de ella saldrán los
resultados finales. En esto y en todas las cosas no hay una verdad absoluta, y
no todas aplican para todo el mundo, pero recuerden que si no nos adentramos en
este tema, solo hay cosas que perder.
El punto de inflexión se da cuando el problema nos pasa por
encima, nos enferma, nos hacen privar de lo más elemental, y no se trata de
perder, como lo llamo yo, sino de ganar.
Ud. puede meditar en el colectivo, Ud. con diez minutos al
día tener una pequeña huerta en el balcón, Ud. puede disfrutar de navegar (aun
sin embarcación), puede acceder a audios libros (si es que no tiene suficiente
tiempo de lectura), puede tener sexo durante la mañana, tarde, o noche (no hay
horario para eso), Ud. puede hacer lo que realmente quiera, el único problema
es querer hacerlo.
El tiempo como ya dije es tan solo una ilusión, así que
ahora les dejo un corto cuento que me llevo a escribir. Espero que disfruten y
reflexionen, solo Uds. pueden dar fin a este problema.
¿Cuánto vale tu tiempo?
La noche había caído
ya; sin embargo, un pequeño hacía grandes esfuerzos por no quedarse dormido. El
motivo bien valía la pena; estaba esperando a su papá.
Los traviesos ojos iban cayendo pesadamente cuando se abrió la puerta. El niño se incorporó como impulsado por un resorte y soltó la pregunta que lo tenía tan inquieto:
— Papá ¿cuánto ganas por hora?... — dijo con ojos muy abiertos.
Su padre entre molesto y cansado, fue tan tajante en su respuesta:
— Mira hijo, eso ni siquiera tu madre lo sabe, no me molestes y vete a dormir que ya es tarde.
— Si papa, pero por favor solo dime, ¿cuánto te pagan por una hora de trabajo? — reiteró suplicante el niño.
Contrariado, el padre apenas abrió la boca para decir:
— Diez euros.
— Oye papá, ¿Me podrías prestar dos euros? — preguntó el pequeño.
El padre se enfureció y tomó al pequeño del brazo y en tono brusco le dijo:
— Así que por eso quieres saber cuanto gano ¿no?, vete a dormir y no sigas fastidiando chico aprovechado...
El niño se alejó tímidamente, al meditar lo sucedido el padre comenzó a sentirse culpable.
— Tal vez necesita algo — pensó, y queriendo descargar su conciencia se asomó al cuarto de su hijo. Con voz suave le preguntó: — ¿Duermes hijo?
— Dime papá, respondió entre sueños.
— Aquí tienes el dinero que me pediste.
— Gracias papá, — susurró el niño mientras metía su manita debajo de la almohada de donde sacó varias monedas —. ¡¡Ya completé!! — gritó jubiloso — "tengo diez euros". Papá, ¿me podrías vender una hora de tu tiempo?
Los traviesos ojos iban cayendo pesadamente cuando se abrió la puerta. El niño se incorporó como impulsado por un resorte y soltó la pregunta que lo tenía tan inquieto:
— Papá ¿cuánto ganas por hora?... — dijo con ojos muy abiertos.
Su padre entre molesto y cansado, fue tan tajante en su respuesta:
— Mira hijo, eso ni siquiera tu madre lo sabe, no me molestes y vete a dormir que ya es tarde.
— Si papa, pero por favor solo dime, ¿cuánto te pagan por una hora de trabajo? — reiteró suplicante el niño.
Contrariado, el padre apenas abrió la boca para decir:
— Diez euros.
— Oye papá, ¿Me podrías prestar dos euros? — preguntó el pequeño.
El padre se enfureció y tomó al pequeño del brazo y en tono brusco le dijo:
— Así que por eso quieres saber cuanto gano ¿no?, vete a dormir y no sigas fastidiando chico aprovechado...
El niño se alejó tímidamente, al meditar lo sucedido el padre comenzó a sentirse culpable.
— Tal vez necesita algo — pensó, y queriendo descargar su conciencia se asomó al cuarto de su hijo. Con voz suave le preguntó: — ¿Duermes hijo?
— Dime papá, respondió entre sueños.
— Aquí tienes el dinero que me pediste.
— Gracias papá, — susurró el niño mientras metía su manita debajo de la almohada de donde sacó varias monedas —. ¡¡Ya completé!! — gritó jubiloso — "tengo diez euros". Papá, ¿me podrías vender una hora de tu tiempo?
http://bauldecuentosdelaguila.blogspot.com.ar/2013/11/cuanto-vale-tu-tiempo.html